El camino de las Sombras - Trilogía El Ángel de la Noche

5
Traducido por Pamee

La pesadilla comenzó cuando Azoth despertó.

“Buenos días,” dijo Rata. “¿Cómo está mi pequeño golfillo favorito?” el júbilo en el rostro de Rata le dijo a Azoth que algo estaba seriamente mal. Roth y Labio leporino estaban a cada lado de Rata, casi a rebosar de emoción.

Muñeca se había ido. Jarl se había ido. Ja’laliel no se veía por ningún lado.
Parpadeando contra la luz del sol derramándose a través del techo roto de la casa de la hermandad, Azoth se puso de pie e intentó orientarse. El resto de la hermandad se había ido, ya sea trabajando, recolectando residuos, o sólo decidiendo que ahora sería un buen momento para estar afuera. Así que habían visto a Rata entrar.

Roth estaba de pie junto a la puerta trasera, y Labio leporino estaba detrás de Rata en caso de que Azoth corriera por la puerta principal o por una ventana.

“¿Dónde estabas anoche?” preguntó Rata.

“Tenía que mear.”

“Larga meada. Te perdiste la diversión.” Cuando Rata hablaba así, totalmente plano, sin sentimiento en su voz, Azoth sentía temblar un temor muy profundo. Azoth conocía la violencia. Había visto a marineros asesinados, había visto prostitutas con cicatrices frescas, tenido un amigo que había muerto por una paliza de un vendedor. La crueldad caminaba por Las Madrigueras de la mano con la pobreza y la rabia. Pero la mirada muerta en los ojos de Rata lo marcó más que el monstruoso Labio leporino.
Labio leporino había nacido sin parte de su labio. Rata había nacido sin consciencia.

“¿Qué hicieron?” preguntó Azoth.

“¿Roth?” Rata levantó la barbilla hacia el mayor.

Roth abrió la puerta, dijo, “Buen chico,” como si estuviera hablándole a un perro, y agarró algo. Lo arrastró hacia dentro, y Azoth vio que era Jarl.
Los labios de Jarl estaban hinchados, ambos ojos negros y tan grandes que apenas podía ver a través de las rendijas. Había perdido unos dientes y tenía costras de sangre en su rostro de donde su cabello había sido tirado tan fuerte que su cuero cabelludo había sangrado.
Usaba un vestido.

Azoth sintió hormigueos fríos y calientes sobre su piel, un torrente de sangre hacia su rostro. No podía mostrarle debilidad a Rata. No se podía mover. Se dio la vuelta para no vomitar.

Tras él, Jarl dejó salir un pequeño gemido. “Azo, por favor. Azo, no me des la espalda. No quería…”

Rata lo golpeó en la cara. Jarl cayó al suelo y no se movió.

“Jarl es mío ahora,” dijo Rata. “Cree que resistirá todas las noches, y lo hará. Por un tiempo.” Rata sonrió. “Pero lo quebraré. El tiempo está de mi lado.”

“Te mataré. Lo juro,” dijo Azoth.

“Oh, ¿eres aprendiz del Maestro Blint ahora?” Rata sonrió cuando Azoth le disparó una mirada a Jarl, sintiéndose traicionado. Jarl giró su rostro al suelo, sus hombros sacudiéndose mientras lloraba silenciosamente. “Jarl nos contó acerca de eso, en algún momento entre Roth y Davi, creo. Pero estoy confundido. Si eres aprendiz del Maestro Blint, ¿por qué estás aquí, Azo? ¿Volviste a matarme?”

Las lágrimas de Jarl se calmaron y se volvió, agarrándose a un clavo ardiendo.

No había nada que decir. “No me tomará,” admitió Azoth. Jarl se desplomó.

“Todos saben que él no toma aprendices, estúpido,” dijo Rata. “Así que este es el trato, Azo. No sé qué hiciste por él, pero Ja’laliel me ordenó no tocarte, y no lo haré. Pero tarde o temprano, esta será mi hermandad.”

“Más temprano, creo,” dijo Roth. Movió las cejas hacia Azoth.

“Tengo grandes planes para el Dragón Negro, Azo, y no permitiré que te metas en mi camino,” dijo Rata.

“¿Qué quieres de mi?” la voz de Azoth salió tenue y aguda.

“Quiero que seas un héroe. Quiero que todos los que no se atreven a enfrentarse a mí te miren y empiecen a tener esperanza. Y luego destruiré todo lo que hayas hecho. Destruiré todo lo que amas. Te destruiré tan completamente que nadie me desafiará de nuevo. Así que da lo mejor de ti, lo peor, o no hagas nada en absoluto. Ganaré no importa qué. Siempre lo hago.”

Azoth no pagó las cuotas al día siguiente. Esperó que Rata lo golpeara. Sólo una vez, y estaría bajo del pedestal, sólo sería otra rata de hermandad. Pero Rata no lo golpeó.
Rabió y juró, sus ojos sonriendo, y le dijo a Azoth que llevara el doble la próxima vez.
Por supuesto, no llevó nada. Simplemente extendió una mano vacía, como si ya estuviera vencido. No importó. Rata rabió, lo acusó de desafiarlo, pero no puso una mano sobre él. Y así fue, todos los días de las cuotas.

Gradualmente, Azoth volvió a trabajar y comenzó a acumular cobres para poner en la faja de Jarl. Los días eran horribles: Rata no dejaba que Jarl hablara con Azoth, y después de un tiempo, Azoth no creía que Jarl incluso quisiera hablar con él. El Jarl que conocía había desaparecido poco a poco. Ni siquiera ayudó cuando dejaron de hacer que usara el vestido.

Las noches eran peores. Rata tomaba a Jarl cada noche mientras el resto de la hermandad pretendía no oír. Azoth y Muñeca se acurrucaban juntos y después en el silencio interrumpido por bajos gemidos, Azoth yacía de espalda durante largas horas, trazando elaboradas venganzas que sabía nunca llevaría a cabo.

Llegó a ser imprudente, maldiciendo a Rata en su cara, cuestionando cada orden que el chico daba y defendiendo cualquier golpe de Rata.

Rata juraba otra vez, pero siempre con esa pequeña sonrisa en sus ojos.

Los pequeños y los perdedores comenzaron a diferir a Azoth y mirarlo con ojos de adoración.
Azoth podía sentir a la hermandad alcanzando una masa crítica el día en que dos mayores llevaron con ellos almuerzo y se sentaron con él en el porche. Era una revelación. Nunca habría creído que cualquiera de los mayores lo seguiría. ¿Por qué lo harían? Él era nada. y luego vio su error. Nunca había hecho planes para qué hacer cuando dos mayores se le unían. A través del patio, Ja’laliel se sentaba, miserable, tosiendo sangre y luciendo desesperado.

«Soy tan estúpido.» Rata había estado esperando por esto. Había arreglado que Azoth fuera un héroe. Se lo había dicho. Esto no iba a ser un golpe. Iba a ser una purga.



“Padre, por favor, no te vayas.” Logan Gyre sostenía el caballo de guerra de su padre, ignorando el frío amanecer y conteniendo las lágrimas.

“No, déjalo,” el Duque Gyre le dijo a Wendel North, su mayordomo, quien había estado dirigiendo a los sirvientes con cofres llenos de la ropa del duque. “Pero quiero mil capas de lana enviadas dentro de una semana. Usa nuestros fondos y no pidas reembolsos. No quiero darle al rey una excusa para decir que no.” Apretó las enguantadas manos tras la espalda. “No sé de qué forma están construidas las caballerizas de guarnición, pero me gustaría tener noticias de Havermere de cuantos caballos pueden enviar antes del invierno.”

“Hecho, mi señor.”

Por todos lados, los sirvientes iban y venían, cargando los vagones que viajarían al norte con provisiones y suministros. Un centenar de caballeros de Gyre hacían sus preparativos de última hora, comprobando sus sillas de montar, caballos, y armas. Los sirvientes que estarían dejando a sus familias decían adioses apresurados.

El Duque Gyre se giró hacia Logan, y sólo ver a su padre en su cota de malla trajo lágrimas de orgullo y miedo a los ojos de Logan.

“Hijo, tienes doce años.”

“Puedo luchar. Incluso el Maestro Vorden admitió que sostengo una espada casi tan bien como los soldados.”

“Logan, no es porque no crea en tus habilidades que estoy haciendo que te quedes. Es porque lo hago. El hecho es, que tu madre te necesita más aquí de lo que yo te necesito en las montañas.”

“Pero quiero ir contigo.”

“Y yo no quiero dejarte en absoluto. No tiene nada que ver con lo que queremos.”

“Jasin dijo que el Noveno está intentando avergonzarte. Dijo que es un insulto para un duque el que le den tan pequeño mandato.” No mencionó las otras cosas que Jasin había dicho. Logan no se consideraba de mal temperamento, pero en los tres meses desde que el Rey Davin había muerto y Aleine Gunder había asumido el título Aleine IX— conocido condescendientemente como el Noveno—Logan había estado en una media docena de peleas.

“¿Y qué crees tú, hijo?”

“Yo creo que no temes a nadie.”

“Así que Jasin dijo que yo estaba asustado, ¿no? ¿Es ahí donde conseguiste esos moretones en tus nudillos?”

Logan sonrió de repente. Era tan alto como su padre, y si bien no tenía la corpulencia de Regnus Gyre aún, su guardia maestro Ren Vorden dijo que era sólo cuestión de tiempo. Cuando Logan peleaba con los otros chicos, no perdía.

“Hijo, no te equivoques. Comandar la guarnición hacia los Aullavientos es ligero, pero es mejor que el exilio o la muerte. Si me quedo, el rey me dará una u otra eventualmente. Cada verano, llegarás en tren con mis hombres, pero te necesito aquí, también. Por la mitad del año serás mis ojos y oídos en Cenaria. Tu madre…” se interrumpió y miró más allá de Logan.

“Piensa que tu padre es un tonto,” dijo Catrinna Gyre, apareciendo detrás de ellos repentinamente. Había nacido de otra familia ducal, los Graesins, y tenía sus ojos verdes, pequeñas facciones, y humor. A pesar de la temprana hora, estaba vestida con un hermoso vestido verde de seda con bordes de armiño, su brillante cabello cepillado. “Regnus, si te subes a ese caballo, no quiero volver a verte nunca.”

“Catrinna, no tendremos esta discusión otra vez.”

“Ese chacal te lanzará contra mi familia, sabes eso. Destruirte, destruirlos…ganará sin importar qué.”

“Esta es tu familia, Catrinna. Y he tomado mi decisión.” La voz del duque Gyre cargó como un golpe de un látigo de mando, un filo que hizo a Logan querer encogerse y no ser notado.

“¿Cuál de tus rameras llevas contigo?”

“No llevo a ninguna de mis siervas conmigo, Catrinna, aunque algunas de ellas serán difíciles de reemplazar. Las estoy dejando aquí por respeto a tu…”

“¿Cuán estúpida crees que soy? Sólo encontrarás putas allí.”

“Catrinna. Ve adentro. ¡Ahora!”

Ella obedeció y el Duque Gyre la observó irse. Habló sin volverse hacia Logan. “Tu madre… hay cosas que compartiré contigo cuando seas mayor. Por ahora, espero que la honres, pero tú serás Lord Gyre mientras yo me haya ido.”

Los ojos de Logan se ampliaron.

Su padre lo palmeó en el hombro. “Eso no significa que tengas que saltarte tus lecciones. Wendel te enseñará todo lo que necesitas saber. Juro que el hombre entiende más sobre manejar nuestras tierras que yo. Estoy sólo a cuatro días de viaje de distancia. Tienes una buena mente, hijo, y es por eso que tienes que quedarte. Esta ciudad es un nido de víboras. Están esos que nos destruirán. Tu madre ha visto indicios de eso, y han sido parte de sus problemas. Estoy jugando contigo, Logan. Desearía no tener que hacerlo, pero eres la única pieza que me queda para jugar. Sorpréndelos. Sé más inteligente, mejor, y más rápido de lo que nadie espera. No es justo que ponga esta carga sobre ti, pero debo hacerlo. Cuento contigo. La casa Gyre cuenta contigo. Todos nuestros criados y vasallos cuentan contigo, y tal vez el reino en sí mismo.”

El Duque Gyre se subió a su enorme caballo de guerra blanco. “Te amo, hijo. Pero no me falles.”

6
Traducido por kroana
Corregido por Pamee

La oscuridad era tan cerrada y fría como los abrazos de los muertos. Azoth se puso en cuclillas contra la pared del callejón, esperando que el viento de la noche cubriera el sonido de trueno en su corazón. El quinto mayor que se le había unido había robado una navaja desde el escondite de armas de Rata, y Azoth aferró el delgado metal con tanta fuerza que hirió su mano.
Aún no había movimiento en el callejón. Azoth clavó la hoja en la suciedad del callejón y metió sus manos en sus axilas para mantenerlas calientes. Nada podría suceder por horas. No importaba. Se estaba quedando sin posibilidades. Había perdido demasiado tiempo como estaba.
Rata no era estúpido. Era cruel, pero tenía planes. Azoth no tenía. Había estado agitando su miedo por tres meses. Agitando cuando podía haber estado planeando.
El Puño había declarado sus intenciones. Eso lo hizo bastante fácil. Azoth conocía algo de lo que estaba planeando; todo lo que tenia que hacer era saber cómo unir las piezas. Ahora, mientras pensaba, podía sentirse a si mismo deslizándose dentro de la piel de Rata con demasiada facilidad, pensando los pensamientos de Rata.
«Una purga no es lo suficientemente buena. Una purga me dará seguridad por un par de años. Otros cabecillas de hermandad han matado para mantener su poder. Matar no me hace diferente.» Azoth trabajó en la idea. Rata no tenía pequeñas ambiciones. Rata había embotellado su odio por tres meses. ¿Por qué iba a estar dispuesto a incluso no golpear a Azoth por tres meses?
Destrucción. Eso es a lo que se reducía. Rata quería destruirlo de una manera espectacular. Quería saciar su propia crueldad y aumentar su poder. Quería hacer algo tan horrible que Azoth se convertiría en una historia que las hermandades contarían. Podría ni siquiera matarlo, sólo dejarlo mutilado de alguna manera horrenda por lo que cada persona que conociera a Azoth temería más a Rata.
Había un ruido de arrastramiento de pies en el callejón y Azoth se tensó. Lentamente, muy lentamente, sacó el cuchillo. El callejón era estrecho, los edificios combados tan cerca que un hombre adulto podía tocar ambas paredes al mismo tiempo. Azoth lo había elegido por esa razón. No dejaría que su presa se deslizara más allá de él. Pero ahora las paredes parecían malévolas, estirando hambrientos dedos la una hacia la otra, tapando las estrellas, apropiándose de él. El viento murmuraba sobre los tejados, narrando cuentos de asesinatos.
Azoth oyó el arrastrar de pies de nuevo y se relajó. Una vieja rata cicatrizada emergió desde debajo de una pila de tablas desmoronándose y olfateó. Azoth se mantuvo inmóvil mientras la rata se contoneaba hacia delante. Olfateó los pies descalzos de Azoth, los empujó con una nariz húmeda, y al no detectar ningún peligro, se adelantó para alimentarse.
Justo cuando la rata se movió para morder, Azoth enterró el cuchillo detrás de su oreja y en el suelo debajo. Se sacudió pero no chilló. Retiró el delgado hierro, satisfecho con su sigilo. Revisó el callejón de nuevo. Todavía nada.
«¿Así que dónde soy débil? ¿Qué haría para destruirme si yo fuera Rata?»

Algo cosquilleó en su cuello y lo limpió. La maldición de los bichos.
¿Bichos? Hace mucho frío aquí. Su mano bajó de su cuello caliente y pegajoso.
Azoth se volvió y arremetió, pero el cuchillo salió girando de su mano y algo golpeó su muñeca.
Durzo Blint se puso en cuclillas sobre sus talones ni a un pie de distancia. No habló. Sólo se quedó mirando, sus ojos más fríos que la noche.
Hubo una larga pausa mientras ellos se miraban el uno al otro, ninguno dijo una palabra.
“Viste la rata,” dijo Azoth.
Una ceja se levantó.
“Me cortaste donde la corté. Estabas mostrándome que eres tanto mejor que yo como yo soy mejor que la rata.” Un atisbo de una sonrisa. “Eres una extraña pequeña rata de hermandad. Tan inteligente, tan estúpido.”
Azoth miró el cuchillo – ahora mágicamente en la mano de Durzo – y se sintió avergonzado. Él era estúpido. ¿Qué había estado pensando? ¿Iba a amenazar a un ejecutor?
Pero dijo, “Voy a ser su aprendiz.”
La mano abierta de Blint golpeó a través de su rostro y lo envió desmadejado a la pared. Su rostro raspó contra la roca y aterrizó pesadamente.
Cuando se dio la vuelta, Blint estaba de pie sobre él. “Dame una buena razón por la que no deba matarte,” dijo Blint.
Muñeca. No sólo era la respuesta a la pregunta de Blint, era la debilidad de Azoth. Ella estaba donde Rata podía atacar. Una ola de nausea barrió sobre Azoth. Primero Jarl y ahora Muñeca.
“Deberías,” dijo Azoth.
Blint levantó una ceja de nuevo.
“Eres el mejor ejecutor en la cuidad, pero no eres el único. Y si no me haces tu aprendiz y no me matas, entrenaré bajo Hu Gibbet o Scarred Arable. Voy a pasar mi vida entrenando sólo por el momento en que tenga mi oportunidad contigo. Esperaré hasta que pienses que me he olvidado de hoy. Esperaré hasta que pienses que era sólo una tonta amenaza de una hermandad de rata. Después de que sea un maestro, saltarás en las sombras por un tiempo. Pero después de que saltes una docena de veces y yo no esté allí, no saltarás una sola vez y es cuando yo estaré allí. Y no me importa si me matas al mismo tiempo. Voy a cambiar mi vida por la tuya.”
Los ojos de Durzo apenas tuvieron que cambiar para ir de peligrosamente divertido a simplemente peligroso. Pero Azoth ni siquiera los vio a través de las rebosantes lágrimas en sus propios ojos. Sólo vio la mirada vacía que había entrado en los ojos de Jarl e imaginó verla entrar en Muñeca. Imagino sus gritos si Rata venía y la tomaba cada noche. Habría gritado sin palabras las primeras semanas, tal vez pelearía—mordidas y arañazos por un tiempo—y entonces no gritaría más, no pelearía en absoluto. Sólo serían gruñidos y los sonidos de la carne y el placer de Rata. Al igual que Jarl.
“¿Es tu vida tan vacía, muchacho?”
«Lo será si tu dices que no.» “Quiero ser como tú.”

“Nadie quiere ser como yo.” Blint sacó una enorme espada negra y tocó el borde de la garganta de Azoth. En ese momento, a Azoth no le importó si la hoja bebía la sangre de su vida. La muerte sería más agradable que ver a Muñeca desaparecer ante sus ojos.
“¿Te gusta lastimar a la gente?” Peguntó Blint.
“No, señor.”
“¿Alguna vez has matado a alguien?”
“No.”
“Entonces, ¿Por qué estás gastando mi tiempo?”
¿Qué estaba mal con él? ¿Realmente quería decir eso? No podía. “He oído que no tiene que gustarte. Que no tiene que gustarte esto para ser bueno,” dijo Azoth.
“¿Quién te dijo eso?”
“Mamá K. Ella dijo que esa era la diferencia entre tú y algunos de los otros.”
Blint frunció el ceño. Sacó un diente de ajo de una bolsa y se lo metió en la boca. Enfundó su espada, masticando.
“Muy bien, chico. ¿Quieres ser rico?” Azoth asintió con la cabeza. “Eres rápido. ¿Pero puedes decir qué están pensando tus marcados y recordar cincuenta cosas a la vez? ¿Tienes buenas manos?” Asintió. Asintió. Asintió.
“Sé un jugador.” Durzo se echó a reír.
Azoth no lo hizo. “No quiero tener miedo nunca más.”
“¿Ja’laliel te pega?”
“Ja’laliel no es nada.”
“Entonces, ¿Quién es?” Preguntó Blint.
“Nuestro Puño. Rata.” ¿Por qué era tan difícil decir su nombre?
“¿Él te pega?”
“A menos que tú… a menos que tú vayas a hacer cosas con él.” Sonaba débil, y Blint no dijo nada, así que Azoth dijo, “No dejaré que nadie me pegue de nuevo. Nunca más.”
Blint siguió mirando más allá de Azoth, dándole tiempo para parpadear alejando sus lágrimas. La luna llena bañaba la ciudad en luz dorada. “La puta vieja puede ser bella,” dijo “A pesar de todo.”
Azoth siguió la mirada de Blint, pero no había nadie más a la vista. Niebla de plata se levantaba del tibio estiércol de los corrales de ganado y se enroscaba alrededor de viejos acueductos rotos. En la oscuridad, Azoth no podía ver el Hombre Sangrante recién garabateado sobre su hermandad del Dragón Negro, pero él sabía que estaba allí. Su hermandad había estado perdiendo territorio continuamente desde que Ja’laliel se enfermó.
“¿Señor?” Dijo Azoth.
“Esta ciudad no tiene cultura excepto cultura de calle. Los edificios son de ladrillo en una calle, barro y adobe en la siguiente, y unas más de bambú. Títulos Alitaeranos, ropas Callaean, música toda arpas Sethi y liras Lodricari— el maldito arroz, ellos mismo roban arrozales desde Ceura. Pero siempre y cuando no la toques o no la mires demasiado cerca, algunas veces ella es hermosa.”
Azoth creyó entender. Había que tener cuidado con lo que tocabas y donde caminabas en Las Madrigueras. Charcos de vómitos y otros fluidos corporales estaban salpicados en las calles, y los fuegos alimentados con estiércol y vapor grasos desde las cubas de sebo en constante ebullición cubrían todo con un grasiento brillo de hollín. Pero él no tenía respuesta. Ni siquiera estaba seguro de que Blint estuviera hablándole a él.
“Estás cerca, muchacho. Pero nunca tomo aprendices, y no voy a tomarte.” Blint hizo una pausa, y ociosamente giró el cuchillo de dedo a dedo. “No a menos que hagas algo que no puedes.”
La esperanza explotó en vida en el corazón de Azoth por primera vez en meses. “Haré cualquier cosa,” dijo.
“Tendrías que hacerlo solo. Nadie más podría saber. Tú tendrías que averiguar cómo, cuándo y dónde. Todo por ti mismo.”
“¿Qué tengo que hacer?” Preguntó Azoth. Podía sentir los Ángeles de la Noche rizando sus dedos alrededor de su estómago. ¿Cómo saber lo que Blint iba a decir a continuación?
Blint recogió la rata muerta y la arrojó a Azoth. “Sólo esto. Mata a tu Rata y tráeme la prueba. Tienes una semana.”

7
Traducido por Nanao-chan
Corregido por Pamee

Solon Tofusin condujo el potro hacia el Camino Sidlin entre las cercas repletas de llamativas mansiones de las grandes familias de Cenaria. Muchas de las casas tenían menos de una década. Otras eran viejas pero habían sido recientemente remodeladas. Las construcciones a lo largo de esta única calle eran cualitativamente diferentes de todas las demás de la arquitectura de Cenariana. Éstas habían sido hechas por aquellos que esperan que su dinero pueda comprar cultura. Todas eran ostentosas, tratando de rivalizar con sus vecinos por su diseño exótico, ya sea en las fantasías de los constructores de agujas Ladeshianas o cúpulas de placer Friakis o mansiones Alitaerianas articuladas con más precisión o imitaciones a escala perfecta de palacios Ceuranos de verano. Incluso había lo que creyó reconocer de una pintura como un bulboso templo Ymmuri, completo con banderas de súplica. Dinero esclavo, pensó.
No fue la esclavitud lo que lo espantó. En su isla, la esclavitud era común. Pero no como era aquí. Estas mansiones habían sido construidas en pozos de pelea y granjas infantiles. Había estado fuera de su trayecto, pero había caminado a través de las Madrigueras para ver cómo era la mitad silenciosa de su nuevo hogar. La miseria allí hacía a la riqueza de aquí obscena.
Estaba cansado. Aunque no era alto, era gordo. Abultado de un lado a otro en el estómago y, piadosamente, aún más abultado en el pecho y los hombros. El potro era un buen caballo, pero no era un caballo de guerra, y tenía que caminar a su lado tan a menudo como cabalgaba.
Las grandes fincas se alzaban más adelante, diferenciándose unas de otras no tanto por el tamaño de las construcciones como por la cantidad de tierra entre sus muros. Donde las mansiones se apilaban lado a lado, las fincas se extendían. Guardias presidían puertas de hierro y madera en lugar de las puertas de reja con intrincados diseños, construidas hace mucho tiempo atrás para la defensa, no para la decoración.
La puerta de la primera finca horadaba la trucha de Jadwin con hoja dorada. A través de la, vio un espléndido jardín lleno de estatuas, algunas de mármol, algunas cubiertas de oro vencido. No era de extrañar que tuvieran una docena de guardias. Todos los guardias eran profesionales y unos algunos de pelo largo estaban cerca de ser hermosos, lo que daba crédito a los rumores sobre la duquesa, y él estaba más que feliz de pasar la finca de Jadwin. Él era un hombre guapo con piel olivácea, ojos negros, y cabello aún negro como una noche sin tocar por la sombra gris de la aurora. Compartir una casa con una voraz duquesa cuyo marido se iba en frecuentes y extensas embajadas era un problema que no necesitaba.
«No es que vaya a encontrar menos donde voy. Dorian, mi amigo, espero que este fuera un genio.» No quería considerar la otra posibilidad.
"Soy Solon Tofusin. Estoy aquí para ver a Lord Gyre," dijo Solon cuando llegó al frente de la puerta de la finca de Gyre.
"¿El Duque?" preguntó el guardia. Retiró su casco y pasó una mano a través de su frente.
El hombre es un tonto. "Sí, el Duque Gyre." Habló más despacio y con más énfasis del que era necesario, pero estaba cansado.
"Es una maldita pena," dijo el guardia.
Solon esperó, pero el hombre no dio detalles. No un tonto, un imbécil. "¿Se ha ido Lord Gyre?"
"Nop."
Así que esto iba así. «El pelirrojo debería haberme avisado.» Solon dijo, "Sé que después de milenios de ser saqueados, los Ceuranos más listos se mudaron hacia el interior, dejando a tus ancestros en la costa, y entiendo que cuando los piratas Sethi saquearon tu ciudad se llevaron a todas las mujeres presentables—de nuevo dejando a tus ancestros—así que no es culpa tuya de ser tan estúpido y feo. Pero, ¿podrías explicarme como Lord Gyre está a la vez aquí y no está? Puedes usar palabras fáciles."
Perversamente, el hombre pareció satisfecho. "No hay marcas en tu piel, no hay anillos en tu cara, ni siquiera hablas como un pez. Y eres demasiado gordo para ser un pez, también. Déjame suponer, te ofrecieron al mar, pero los dioses del mar no te cogieron y cuando llegaste a la playa fuiste socorrido por una troll que te confundió con uno de su propia clase."
"Ella era ciega," dijo Solon, y cuando el hombre río, decidió que le gustaba.
"El Duque Gyre se fue esta mañana. No volverá," dijo el guardia.
"¿No volverá? ¿Te refieres a que nunca volverá?"
"No es mi asunto hablar sobre ello. Pero no, no nunca, a menos que falle mi suposición. Se fue a comandar la guarnición a los Aullavientos."
"Pero tu dijiste que Lord Gyre no se había ido," dijo Solon.

"El duque nombró a su hijo como el Gyre hasta que él regrese."
"Lo cual no sucederá nunca."
"Eres rápido para ser un pez. Su hijo Logan es el Gyre."
No era bueno. Por su vida, Solon no podía recordar si Dorian había dicho Duque Gyre o Lord Gyre. Solon nunca había considerado que podría haber dos cabezas de familia en la casa Gyre. Si la profecía era sobre el Duque Gyre, necesitaba estar montando ahora mismo. Pero si era sobre su hijo, Solon podría dejar su encargo hasta el momento cuando más lo necesitara.
"¿Podría hablar con Lord Gyre?"
"¿Puedes usar ese acero?" preguntó el guardia. "Si puedes, te sugiero que lo escondas."
"¿Perdón?"
"No digas que no te avisé. Ven conmigo." El guardia llamó a otro sobre el muro, quien vino a sostener la puerta mientras el Ceurano dejaba a Solon entrar a la finca. Un chico del establo tomó el potro, y Solon guardó su espada.
No pudo evitar estar impresionado. La finca Gyre tenía un permanencia al respecto, la deliberada seriedad de una familia antigua. Había acantos plantados dentro y fuera de los muros, creciendo de la tierra roja que Solon sabía que debía haber sido traída especialmente para tal propósito. Los cardos no se habían elegido para mantener a los mendigos y ladrones fuera de los muros, ellos también tenían largas asociaciones con la nobleza de Alitaera. La mansión en si misma era igualmente intimidante, toda de pesada piedra, amplios arcos y gruesas puertas que podían soportar el potente asedio. La única fuerza comprometida había sido hecha con belleza, eran las rosas rojo sangre que escalaban y enmarcaban cada puerta y ventana a nivel del suelo. En contraste con el fondo de piedra negra y ventanas enrejadas, su perfecto matiz rojo era sorprendente.
Solon no prestó atención al repiqueteo del acero hasta que el guardia caminó más allá de la entrada a la mansión y alrededor hacia la parte posterior del edificio. Allí, con una vista a través del Plith al Castillo Cenaria, algunos guardias estaban observando mientras dos hombres enfundados en armaduras de práctica se golpeaban el uno al otro. El hombre más pequeño se estaba retirando, yendo en círculos mientras el hombre más alto golpeaba en su escudo. El hombre más pequeño tropezó, y su gran oponente atacó, derribándolo con el escudo como un ariete. El hombre levantó su espada, pero el siguiente golpe lo envió volando y el siguiente hizo sonar su yelmo como una campana.
Logan Gyre se arrancó su yelmo y rió, ayudando al guardia a levantarse. El corazón de Solon se hundió. ¿Ese era Lord Gyre? Era un niño en un cuerpo de gigante, con las grasas de la infancia aún en su rostro. No podía tener más de catorce años, probablemente más joven. Solon podía imaginar a Dorian riendo. Dorian sabía que no le gustaban los niños.
El guardia Ceurano se adelantó y habló en voz baja para el Lord Gyre.
"Hola," dijo el niño lord, volviéndose a Solon. "Marcus me ha dicho que se cree un buen espadachín. ¿Lo es?"
Solon miró al Ceurano, quien le dio una sonrisa satisfecha. ¿Su nombre era Marcus? Incluso los nombres en este país eran un lio. Con poco respeto por los orígenes de la gente, los nombres Aliteaeranos como Marcus o Lucienne se habían mezclado libremente con los nombre Lodricari como Rodo o Daydra, los nombres Ceuranos como Hideo o Shizumi, y los nombres normales Cenarianos como Aleine o Felene. Aproximadamente los únicos nombres que la mayoría de la gente no le pondría a sus hijos eran los nombres de esclavos comunes en las Madrigueras, como Cicatriz o Labio Leporino. "Puedo sostener la mía, Lord Gyre. Pero son palabras lo que me gustaría intercambiar con usted, no golpes." «Si me voy ahora, mi vieja yegua y yo podemos estar en la guarnición en seis, quizás siete días.»
"Hablaremos entonces… después de entrenar. Marcus, dale alguna armadura de práctica." El hombre pareció complacido, y Solon vio que amaba su joven lord como si fuera su propio hijo. Y reía demasiado fácilmente y lo mimaba. Él era repentinamente el Gyre, y el hombre estaba aún encantado con la novedad de la idea.
"No la necesito," dijo Solon.
La risita se detuvo y el hombre lo miró.
"¿Quiere entrenar sin armadura?" preguntó Logan.
"No quiero entrenar en absoluto, pero si es su deseo, debo consentirlo; pero no pelearé con una espada de práctica." Los hombres gritaron ante la perspectiva de ver este pequeño Sethi combatir a su gigante, sin armadura. Sólo Marcus y uno o dos de los otros parecían preocupados. Con la gruesa armadura que Logan vestía, había pocas posibilidades de que pudiera ser seriamente herido, incluso con una espada afilada. Pero el peligro estaba ahí. En sus ojos, Solon vio que Logan también lo sabía. De repente estaba dudando de si debería ser tan temerario con alguien del que no sabía nada, alguien que bien podría desear dañarlo. Logan estaba mirando de nuevo la constitución baja y robusta de Solon.
"Mi señor," dijo Marcus, "tal vez sería mejor si…"
"De acuerdo", dijo Logan a Solon. Se puso su caso y cerró el visor. Probó su espada y dijo "Estoy listo cuando usted lo esté."
Antes de que Logan pudiese reaccionar, Solon clavó sus dedos a través del visor del chico y agarró la pieza de la nariz. Tiró de Logan hacia delante y torció. El chico golpeó contra el suelo con un gruñido. Solon tiró de un cuchillo desde el cinturón de Logan y lo sostuvo en el ojo del chico, su rodilla descansando a un lado del casco de Logan, manteniéndolo en el sitio.
"¿Te rindes?" preguntó Solon
La respiración del chico era trabajosa "Me rindo."
Solon le liveró y se levantó, sacudiéndose el polvo de la pernera de sus pantalones de montar. No ofreció ayuda a Lord Gyre para levantarse.
Los hombres estaban callados. Algunos habían sacado espadas, pero ninguno se adelantó. Era obvio que si Solon hubiese querido matar a Logan, ya lo habría hecho. No había duda de que pensaban sobre que les habría hecho el Duque Gyre si una cosa así hubiese sucedido.
"Eres un chico tonto, Lord Gyre," dijo Solon. "Un bufón actuando para los hombres a los que pueda que algún día tendrás que pedir que mueran por ti." «Dijo Duque Gyre, seguro que Dorian dijo Duque Gyre. Pero él me mandó aquí. Seguro que me habría mandado directamente a la guarnición si hubiese querido decir el duque. La profecía no era sobre mí. Dorian no podría haber sabido que me retrasaría, que llegaría a la ciudad así de tarde. ¿Podría haberlo sabido?»
Logan se quitó su casco, estaba sonrojado, pero no dejó que su vergüenza se tornara en ira. Dijo "Yo, yo me merecía esto. Y me merecía la paliza que me ha dado. O peor. Lo siento. Es un pobre anfitrión el que agrede a sus invitados."
"Sabes que están perdiendo a propósito, ¿no?"
Logan se vio afligido. Echó un vistazo al hombre con el que había estado luchando cuando Solon llegó, entonces miró sus pies. Entonces, como si le tomara un gran esfuerzo, levantó la vista hasta Solon. "Veo que dice la verdad. A pesar de que me avergüenza descubrirlo, se lo agradezco." Y ahora eran sus hombres los parecían avergonzados. Le habían estado dejando ganar porque lo amaban, y ahora habían avergonzado a su señor. Los hombres no estaban sólo dolidos, se sentían miserables.
¿Cómo podía este chico estar al mando de tanta lealtad? ¿Era sólo lealtad a su padre? Mientras observaba, Logan miró a cada hombre por turnos—mirándolos fijamente hasta que cada uno encontraban su mirada y luego la apartaban—Solon dudó eso. Logan dejó el doloroso silencio se asentara y creciera.
"En seis meses," dijo Logan, dirigiéndose a los hombres, "serviré en la guarnición de mi padre. No me sentaré de forma segura en el castillo. Pelearé, y también muchos de ustedes. Pero ya que parecen pensar que el entrenamiento es entretenimiento, muy bien. Se entretendrán a si mismos entrenando hasta medianoche. Todos ustedes. Mañana, comenzaremos a adiestrarnos. Y espero que todos ustedes estén aquí fuera una hora antes del anochecer. ¿Entendido?"
"Sí, señor."
Logan se volvió a Solon. "Lo siento por esto, Maestro Tofusin. Sobre todo esto. Por favor, llámeme Logan. Se quedará para la cena, por supuesto, pero ¿puedo también hacer que los sirvientes preparen una habitación para usted?"
"Sí," dijo Solon. "Creo que me gustaría."

8
Traducido por verittooo
Corregido por Pamee

Cada vez que Vurdmeister Neph Dada se encontraba con Rat, era en un lugar diferente.
Habitaciones en hoteles, bodegas de almacenes de botes, panaderías, parques del lado Este, y callejones sin salida en Las Madrigueras. Desde que Neph había descubierto que Rata le tenía miedo a la oscuridad, se había asegurado de que siempre se encontraran de noche.
Esta noche, Neph observó como Rata y sus guardaespaldas entraban al pequeño y viejo cementerio demasiado lleno. No estaba tan oscuro como Neph habría esperado; tabernas y salas de juego y prostíbulos se amontonaban a menos de diez pasos de distancia. Rata no despidió a sus guardaespaldas inmediatamente. Como la mayor parte de Las Madrigueras, el cementerio estaba a menos de un pie por encima de la línea del agua. Los Conejos, como eran llamados los nativos de Las Madrigueras, enterraban a sus muertos directamente en el barro. Si tuvieran el dinero, levantarían sarcófagos por encima de la tierra, pero inmigrantes ignorantes habían enterrado a sus muertos en ataúdes después de algún disturbio hace algunos años, y el suelo se había hinchado sobre las tumbas mientras los ataúdes luchaban por flotar a la superficie. Muchos se habían abierto, sus contenidos devorados por perros salvajes.
Rata y su guardaespaldas parecían enfermos del susto. “Avancen,” dijo Rata a sus grandotes finalmente, recogiendo indiferente un cráneo y lanzándoselo a uno de ellos. El chico retrocedió rápidamente y el cráneo, débil por el tiempo o por una enfermedad, se destrozó en una piedra.
“Hola, chico,” dijo Neph con voz áspera al oído de Rata. Rata se estremeció y Neph sonrió con su sonrisa de dientes separados, su largo, escaso cabello blanco cayendo en un grasoso hilo contra sus hombros. Neph se mantuvo tan cerca que el chico dio un paso hacia atrás.
“¿Que es lo que quieres? ¿Por qué estoy aquí?” preguntó Rata.
“Ah, petulancia y filosofía todos unidos en uno.” Neph se arrastró mas cerca. Él creció en Lodricar, al este de Khalidor. Los Lodricarianos pensaban que los hombres que se distanciaban tanto que ni siquiera podías oler su aliento estaban escondiendo algo. Los comerciantes en Cenaria quienes trataban con los Lodricarianos se quejaban amargamente de eso, pero se paraban lo suficientemente cerca cuando las monedas Lodricarianas estaban en juego. Pero Neph no se mantuvo cerca por razones culturales. No había vivido en Lodricar por medio siglo. Se quedó cerca porque le gustaba ver a Rata incomodo.
“¡Ja!” dijo Neph, exhalando una bocanada de aire podrido en la cara de Rata.
“¿Qué?” dijo Rat, tratando de no retroceder.

“No he renunciado a ti aún, gran estúpido. A veces aprendes a menospreciarte a ti mismo. Pero eso no es por lo que estoy aquí. Tampoco por lo que tu estás aquí. Es hora de moverse. Tus enemigos se están formando en tu contra pero no están organizados aún.”

“¿Cómo sabes eso?”

“Sé más de lo que piensas, Rataburra.” Neph río otra vez y voló saliva a la cara de Rata. Rata casi lo golpea entonces, Neph podía decirlo. Rata había llegado a ser el Puño de la hermandad por una razón. Pero por supuesto él nunca había golpeado a Neph. El anciano sabía que lucia frágil, pero un Vurdmeister tenía otras defensas.

“¿Sabes cuantos chicos ha parido tu padre?” preguntó Neph.

Rata miro alrededor del cementerio como si Neph no hubiera comprobado ya si alguien espiaba. El chico era desesperanzadoramente estúpido. Estupido, pero capaz de astucia, y absolutamente despiadado. Además, Neph no tenía muchas opciones. Cuando vino a Cenaria, había sido puesto a cargo de cuatro chicos. El más prometedor había comido carne en mal estado en el primer año y había muerto antes de que incluso Neph supiera que estaba enfermo. Esta semana, el segundo había sido asesinado en la lucha del territorio entre las hermandades. Eso dejaba a Neph sólo con dos.

“Su Santidad ha engendrado ciento treinta y dos niños la ultima vez que conté. La mayoría de ellos carecían de Talento y fueron sacrificados. Tú eres uno de los cuarenta y tres que son su descendencia. Te he dicho esto antes. Lo que no te he dicho es que cada a uno de ustedes se les da una tarea, una prueba para demostrar su utilidad a su padre. Si la pasas, es posible que algún día tú te conviertas en Rey Dios. ¿Puedes adivinar cuál es tu tarea?”

Los ojos de Rata resplandecían con visiones de opulento esplendor.

Neph lo abofeteó. “Tu tarea, chico.”

Rata se frotó la mejilla, temblando de rabia. “Convertirme en Shinga,” dijo en voz baja.

Bueno, el chico aspiraba más alto de lo que Neph suponía. Bien. “Su Santidad ha declarado que Cenaria caerá, al igual que todas las tierras del sur. El Sa’kage es el único poder real en Cenaria, así que, sí, te convertirás en Shinga. Después le darás a tu padre Cenaria y todo lo que hay en ella—o, más probablemente, fallarás y morirás y uno de tus hermanos lo hará.”

“¿Hay otros en la ciudad?” preguntó Rata.

“Tu padre es un dios, pero sus herramientas son hombres, y por lo tanto no. Su Santidad planea en consecuencia. Ahora mi pequeño fracaso-en-espera, ¿cual es tu brillante plan para enfrentar a Azoth?”

La rabia rugió fuerte en los ojos de Rata una vez más, pero lo controló. Una palabra de Neph, y Rata sería un cadáver más flotando en el Plith en la mañana, y ambos lo sabían. En verdad, Neph estaba probándolo. La crueldad era el activo más importante en Rata—Neph había visto la sed de sangre de Rata intimidar fuertemente a muchachos mayores que podrían haberlo matado—pero era inútil si no podía controlarlo.

Rat dijo, “Voy a matar a Azoth. Lo voy a hacer sangrar como…”

“Lo que no puedes hacer es matarlo. Si lo haces, él será olvidado; otro tomará su lugar. Él debe vivir abatido, donde todo el mundo pueda verlo.”

“Lo voy a vencer enfrente de todos. Le romperé las manos y…”

“¿Qué pasa si sus lagartos se lanzan a defenderlo?”

“Ellos, ellos no lo harían. Están demasiado asustados.”

“A diferencia de otros chicos que conozco,” dijo Neph, “Azoth no es estúpido. Él sabía lo que significaba cuando esos mayores se le acercaron. Es posible incluso que haya estado planeado por todo este tiempo. Lo primero que esperará es que te espantes e intentes golpearlo. Así que tendrá un plan para ello.”

Neph vio como la comprensión que podría perder el control de la hermandad se asentaba en Rata de. Si perdía la hermandad, perdía su vida.

“Pero tu tienes un plan,” dijo Rata. “Una manera de que pueda acabar, ¿no es así?”

“E incluso podría compartirlo,” dijo Neph.


Estaba llegando. Azoth podía sentirlo mientras yacía en el suelo, rodeado de sus lagartos, su hermandad. Suya. Quince pequeños y cinco mayores. La mitad de los pequeños de los Dragones Negros y un cuarto de los mayores eran suyos ahora. Ellos dormían plácidamente a su alrededor, probablemente hasta Badger, quien se suponía tenia que fingir que dormía.

Azoth no había dormido en cuatro días. La noche que volvió a casa de hablar con Blint y cada noche desde entonces, había permanecido despierto, trazando, dudando, febril de entusiasmo acerca de la vida sin Rata. Y la luz naciente del día había derretido sus planes con la niebla. Él llamaba a eso quienes estaban con él sus lagartos como un broma—ciertamente no eran dragones—pero los niños habían tomado el nombre con orgullo, sordos a la desesperación en la etiqueta.

Durante los días, actuaba, daba órdenes, formando a sus patéticos lagartos en una fuerza, haciendo todo para alejar a su mente de matar a Rata. ¿Cuánto tiempo esperaría Rata? El tiempo para una purga era ahora. Todos estaban esperando para ver lo que Rata haría. Todo el mundo aún estaba seguro de que haría algo. Sin embargo, si no lo hacía, y pronto, sus fieles iban a empezar a dudar de él, y él perdería la hermandad en un instante.

Azoth incluso había dado órdenes a tres de los pequeños en los que más confiaba, de custodiar Muñeca todo el tiempo. Luego dudó de sí mismo. No era un buen uso de las fuerzas que tenía. Necesitaba esos pequeños trayéndole información: escuchando a los otros en la hermandad, buscando en las otras hermandades para ver si alguno de las hermandades vecinas querían que los lagartos se les unieran. Además, ¿qué podían hacer tres pequeños contra todos los mayores de Rata? Niños que tenían ocho, diez, y once, respectivamente, no iban a detener a los de quince y dieciséis años de Rata. Él había terminado asignando dos de los mayores que se le habían unido primero para vigilarla, y la mantenerla cerca durante todas las horas de vigilia.

Estaba decayendo, sin embargo. Las noches sin dormir lo estaban alcanzando. Su mente era un lio. Era sólo cuestión de tiempo hasta que cometiera un estúpido error. Y todo eso era porque no tenía las agallas para matar a Rata.

Podía hacerlo esta noche. Sería fácil, en realidad. Rata había salido antes de medianoche con dos mayores, pero cuando ellos volvieron, él se durmió instantáneamente. El bastardo nunca tuvo problemas para dormir. Azoth tenía el cuchillo. Incluso tenía un cuchillo real que uno de los mayores había robado. Todo lo que tenía que hacer era caminar hasta Rata y clavárselo. En cualquier lado del estómago funcionaría. Aun si los dragones de Rata eran lo suficientemente leales para llevarlo a un curandero, indudablemente tomaría todo su dinero. ¿Qué curandero iba a trabajar gratis para un rata de hermandad? Todo lo que Azoth tenía que hacer era esperar hasta cinco minutos después de que Rata volviera, luego levantarse a orinar. A su vuelta, lo mataría.

Era la única manera de que Muñeca estaría siempre a salvo.

Sabía que significaba convertirse en un ejecutor. Todo cambiaría. Los ejecutores eran cuchillos en la oscuridad. Azoth aprendería como pelear, como matar. No solo aprendería como, él lo haría. Blint esperaría que matara. Esa inquietud hacia él era como una mirada fija de Muñeca que no contaría a menos que él encontrara sus ojos. Pero no pensaba mucho acerca de los detalles del asesinato. Se aferró a esa imagen de Durzo Blint, riéndose de la hermandad entera. Durzo Blint, riéndose de Rata y de su pequeño ejército. Durzo Blint, sin miedo. Durzo Blint, quien Azoth podría ser.

Blint lo llevaría lejos. Azoth no guiaría al Dragón Negro. Ni siquiera dirigiría a sus lagartos. Pero no quería hacerlo. No quería que los pequeños lo vieran como si fuera su padre, los mayores alzándose sobre él mirándolo que si supiera lo que estaba haciendo, como si los pudiera mantener a todos a salvo. Ni siquiera podía mantenerse a salvo a si mismo. Esto era todo un fraude. Él era un fraude. Había sido provocado, y ellos ni siquiera lo habían visto.

El inconfundible sonido de la puerta del frente siendo apartada anunciaba el regreso de Rata. Azoth estaba tan asustado que hubiera llorado si no le hubiera dicho a Badger que se quedara despierto. No podía llorar enfrente de sus mayores. Estaba seguro de que Rata vendría a él, haría que los mayores lo levantaran, y lo llevaran para algún castigo terrible que haría que Jarl se viera sencillo. Pero fiel a su estilo, Rata empujó su harén, se acostó, y estuvo dormido en segundos.

Un ejecutor no lloraría. Azoth intentó ralentizar su respiración, intentó escuchar, ver si los guardaespaldas de Rata estaban dormidos también.

Los ejecutores no tenían miedo. Eran asesinos. Otras personas les temían. Todos en el Sa’kage les tenían miedo.


«Si me recostara aquí e intentara dormir otra vez, podría dormir aquí sin que pasara nada por otra noche u otra semana, pero Rata me tendría. Él destruirá todo.»

Azoth había visto la mirada en sus ojos. Creía que Rata lo destruiría, y no creía que fuera una semana antes que él lo hiciera. Es eso o matarlo primero. En su mente, Azoth se vio a si mismo como un héroe, como algo salido de un cuento de bardo : devolviéndole a Jarl su dinero, dándole a Ja’laliel lo suficiente para comprar reseña, todos en la hermandad amándolo por matar a Rata, y a Muñeca hablando por primera vez, aprobación creciendo en sus ojos, diciendo cuan valiente que era.

Era estúpido, y no podría permitirse la estupidez.

Tenía que orinar. Azoth se levantó furioso y caminó hacia la puerta de atrás. Los guardaespaldas de Rata ni siquiera se movieron en su sueño mientras pasaba junto a ellos. El aire de la noche era frío y maloliente. Azoth había estado gastando la mayoría de su dinero para alimentar a sus lagartos. Hoy, compró pescado. Los pequeños siempre hambrientos habían conseguido las entrañas y se las habían comido y puesto enfermos. Su orina arqueándose en el callejón, pensó que debería tener a alguien vigilando esto. Era sólo algo mas que había olvidado.

Escuchó un sonido de arrastramiento adentro y se volvió, cerrándose el pantalón. Mirando en la oscuridad, aunque, no veía nada. Lo estaba perdiendo, saltando con los sonidos cuando había tres tantos de ratas de hermandad apretados en la casa, durmiendo, gimiendo con estómagos vacíos, y rodando a sus vecinos.

De repente, sonrió y tocó el cuchillo. Podría haber cientos de cosas que no sabía y miles más que no podía controlar, pero sabía lo que necesitaba hacer ahora.

Rata tenía que morir; era así de simple. Lo que pasara con Azoth después de que lo hiciera ni siquiera importaba. Ya sea que se lo agradecieran o lo mataran, tenía que matar a Rata. Tenía que matarlo antes de que Rata llegara a Muñeca. Tenía que matarlo ahora.

Y con eso, la decisión estaba tomada. Azoth sostuvo su cuchillo a lo largo de su muñeca y caminó hacia adentro. Rata estaría durmiendo acuñado con su harén. Sólo habría dos pasos fuera del camino de Azoth. Azoth pretendería tropezar en caso de que los grandotes estuvieran mirando, y luego hundiría el cuchillo en el estomago de Rata. Lo apuñalaría una y otra vez hasta que Rata o él estuviera muerto.

Azoth estaba a cuatro pasos de su ataque cuando llegó a la vista su espacio de dormir.

Badger yacía de espaldas en la oscuridad, una delgada línea trazada a través de su cuello, negra sobre piel blanca. Sus ojos estaban abiertos, pero no se estaba moviendo.

El espacio de Muñeca estaba vacío. Ella se había ido, y también Rata.